miércoles, 23 de julio de 2014

EL OJO DE HARAKAN






Has caminado varios días por el desierto de Geb Sutej; te has extraviado en un inmenso mar de cuarzo al perderle la pista al cargamento de oro que tú y tu legión perseguían, te has separado de ellos, estás solo…

Es de noche, la luna no brilla, el frio se afila dispuesto a herirte la piel y conspira con tu hambre y sed para desgarrarte por dentro y fuera; el silencio pulula como bruma etérea y revela los rastreros sonidos de serpientes y  escorpiones debajo de tus pies…
Tal vez son sólo paranoias…

Has perdido la esperanza, abrazas tu muerte mientras re reconcilias con tu Dios, pero en el fondo le odias, le odias por abandonarte, le odias con un furor ardiente que te carcome el pecho con una pena casi deliciosa…pero justo cuando estás listo escuchas a lo lejos algo diferente a danzas de sierpes y cortejo de arácnidos, escuchas sonidos que casi parecen humanos; no piensas en el peligro, no juzgas la situación, corres directamente hacia los murmullos con desesperación. Mientras te vas acercando los murmullos se vuelven más intensos hasta que se convierten en rugidos que hacen coro con el eco de la nada, ves destellos como de fuego, fogatas piensas; te acercas más y distingues los sonidos: hay una batalla.

Te detienes en seco, estás perplejo, te das cuenta que has perdido la razón, que deliras, que el desierto al fin te quebró, lo que ves, simplemente no puede ser: Dentro de unas antiguas ruinas que forman una circunferencia, que parecen vestigios de templos egipcios, pero que piensas pueden ser aún más antiguas, rodeados por antorchas, se encuentran una decena de personas en formación circular luchando con…con…demonios…si, ¡demonios!, criaturas demenciales qué sólo pueden provenir del abismo, salen de todas partes y a la vez de ninguna e intentan devorar a los guerreros, pero estos, a pesar de la abrumadora y terrible locura de la situación, se mantienen en pie, batallando, haciéndole guerra a las sombras, entregando su corazón casi religiosamente al momento. Reconoces, que su batalla, es un acto sacro, y es el ritual de su Fe.

Pero por encima de todo, hay algo que te aterra hasta los huesos, que te hiela la sangre, que te perturba de una manera que alcanzas a sentir como te petrificas como estatua de hueso…Hay uno que parece que les guía, un desquiciado, blandiendo su espada como loco poseído danto tajos a diestra y siniestra, aplastando demonios, y mientras lo hace ríe a carcajadas siniestras…escuchar la emoción de su júbilo, te aterra por encima de todo…
Entonces, sucede algo que te despierta del sopor que te genera la visión espantosa, ese hombre, te mira, te ve directamente a los ojos, tú sabes que es imposible en la oscuridad en la que estás, pero, lo sientes muy dentro, empiezas a temblar…entonces, el vuelve a soltar una carcajada aún más demente, y te grita:

“!Bienvenido al ojo de Harakan!”…

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