El
principio sobre el cual se fundamenta la práctica de la Magia es este: es
posible producir cambios en un plano de existencia mediante la manipulación de
planos superiores (sutiles) ligados a ese plano, sin necesidad de intermediar
directamente mediante contenidos existentes en el mismo plano. Como ejemplo, es
posible influir en el plano físico de la realidad, sin necesidad de usar
elementos existentes en el mismo plano que interactúen unos con otros para
producir el cambio deseado; de manera que un pensamiento, que es un contenido
habitante de un plano diferente al físico, tiene la cualidad bajo determinadas
circunstancias, de influir en el plano físico de manera directa, protagonizando
como la causalidad de una consecuencia física.
Partiendo
de esta premisa, se entiende que el método detrás de la Magia radica en conocer
y comprender con exactitud cuáles son las circunstancias que permiten que
exista una influencia de un contenido de un plano de la realidad sobre otro; de
manera que Magia es la ciencia que estudia las intra-relaciones planares, y al
mismo tiempo es el arte de producirlas a voluntad.
Así
como los contenidos de planos superiores pueden influir sobre los inferiores y
manifestarse dentro de ellos como una interpretación equivalente de sí mismos
en la realidad del otro plano, de la misma forma los planos llamados inferiores
pueden generar representaciones que acceden a los superiores y se manifiestan
en una forma más sutil con base en su configuración inicial; tomando como
modelo el aparato psíquico, se observa que pensamiento y emociones pueden
convertirse en conducta u otra manifestación física de la realidad, y de la
misma forma, otros fenómenos de la realidad física pueden influir en la
conformación de pensamientos y generación de emociones entre otros contenidos
psíquicos, así como producir efectos y perturbaciones en planos superiores.
El
Magus, el artesano que enlaza las causalidades mediante la ciencia de las
relaciones cósmicas, ordena selectivamente una serie de actividades y elementos
materiales (herramientas mágicas) para elaborar rituales y actos mágicos, con
la finalidad de producir perturbaciones específicas en planos superiores, que
tienen la finalidad de generar contenidos sutiles que posteriormente van a
influir de nuevo sobre los planos físicos, cumpliendo las leyes de
transformación de los contenidos de la realidad inter-dimensional, obteniendo
la transformación deseada que será el cumplimiento de su meta. Esto, a grandes
rasgos, resume la obra del Magus adepto, sin embargo para el iniciado más
avanzado es bastante más complejo, ya que este al haber introyectado el
conocimiento de esta ley natural y universal del intercambio, llega al
entendimiento de que los efectos entre planos pueden adquirir una variedad
infinita, por ejemplo, lo mental influir sobre lo astral, lo astral sobre lo
físico, lo físico sobre lo etérico, lo etérico sobre lo astral, lo mental sobre
lo mental, etc. etc.
Comparativamente
en la realidad física observamos que existen cuatro estados conocidos de
agregación de la materia: sólido, líquido, gaseoso y plásmido; la materia
atraviesa estos distintos estados según su nivel relativo de energía bajo determinadas
circunstancias y según los elementos constituyentes del objeto; de la misma
manera los contenidos existentes en la red dimensional de la existencia
intra-relacional, es decir el conjunto unificado de los planos físico, astral,
mental y etérico (o cualesquiera sea la división planteada por algún modelo
teórico esotérico) pueden adquirir en cualquier momento y también bajo
específicas variables, los estados sustanciales concernientes a cada uno de los
planos, transformando su configuración inicial con el efecto de una cantidad de
energía aplicada de manera selectiva y otros procesos Mágicos involucrados,
mediante los cuales es posible que un contenido de un plano llegue a existir en
otro plano por obra de la fluida e inagotable transferencia de la realidad.
El
plomo en oro.
Por
supuesto, la complejidad de realizar este tipo de transferencias y
transformaciones es mucho mayor de lo que representa la dificultad de cambiar
un estado de la materia en otro, aunque la similitud analógicamente es muy útil.
Digamos, por ejemplo, que queremos convertir vapor de agua en hielo; lo que
primero debemos hacer es lograr la
condensación de las moléculas no cohesionadas en agua fluida semi-cohesionada,
para después producir un segundo cambio energético-molecular que convertirá el
líquido en sólido completamente coherente, físico, tangible; de la misma forma
si buscamos materializar un contenido mental, primeramente debemos reunir los
contenidos mentales dispersos que conforman el pensamiento mediante un acto
profundo de concentración y visualización, para después manejar el contenido
obtenido y transformado mediante este ejercicio en sustancia astral hasta que,
insuflando energía en un segundo proceso, le otorgamos materialidad. Esto es lo
que un Magus entiende como hacer Magia. Para realizar esto es necesario un
importante grado de conocimiento y práctica previa, y tan sólo es
característico del más burdo de los actos mágicos (por no mencionar algunos aún
más simples que no considero Magia sino simple causalidad energética
semi-intencionada), a un nivel más avanzado, el Magus deseará ser mucho más
específico en sus expectativas y resultados, así como efectivizar el proceso,
reducir el desgaste y los riesgos; imaginemos entonces que no sólo queremos
convertir vapor en hielo, sino que deseamos que ese hielo se cristalice en una
forma específica, de cierta duración, en cierto lugar y tiempo, y bajo ciertas
condiciones desencadenantes, para luego desaparecer a un tiempo calculado; ya
puede uno comenzar a entender en la analogía la complejidad de la verdadera
Magia. Aún más, el Magus busca el dominio de todas las transformaciones entre
los estados planares a voluntad, lo cual añade un factor posiblemente infinito
a la variabilidad de los posibles procesos necesarios y las complicaciones del
Ars Arcanum.
Desde
este postulado se podría suponer que un Magus es cualquiera que pueda realizar
un cambio en la realidad en conformidad con su voluntad, entonces un simple
obrero de la construcción podría ser llamado Magus dado que realiza cambios en
la estructura de la realidad física; esto no es del todo errado, sin embargo ¿Los
realiza conforme a su voluntad? ¿Entiende a la perfección las implicaciones de
la realización de su obra, tiene en claro su objetivo final, elige libremente
la realización de su trabajo? ¿Hace de su obra su ciencia y su arte, y domina
los resultados finales de tal realización, es poseedor de sus consecuencias?
Cualquiera que llene estas condiciones puede ser llamado Magus, no importa que
mínimo cambio realice y que tanto provecho obtenga de ello, siempre que sea un
acto plenamente consciente y voluntario, será Magia, y quien lo haga, será
Magus.
Sin
embargo, en la acepción más específica del término usado en esta secuencia
teórica y en la tradición ocultista, un Magus es aquel que realiza estos cambios
teniendo un conocimiento de las leyes universales de la interacción entre las
distintas dimensiones y fenómenos de la realidad, con lo cual adquiere la
maestría técnica de manipular la dinámica en la cual fluyen los sucesos
universales, seleccionando cuidadosamente las actividades a realizar para
obtener un resultado preciso esperado.
Magia
es teoría del caos aplicada: el aleteo de una psique en un lado de la realidad
puede provocar un huracán de sucesos en otro, comprender los factores que
desencadenan el huracán, la dinámica del huracán, sus elementos constituyentes,
cómo reacciona ante el aleteo inicial de la psique, que movimientos particulares
de la psique producen qué tipo de vientos y arremolinamientos, desarrollar el
dominio de la danza de la mariposa a voluntad para producir resultados
determinados sobre un terreno específico con un huracán de diseño particular,
en tiempo, forma y efecto ad libitum.
Esto
es Magia, esto es el Magus.